No tenía pensado leermeste cómic pero como dicen que no está mal lo cogí y ... me lo leí de un tirón. No pude dejarlo.
No es un cómic que reelería, aunque nunca se sabe, pero es emotivo y está muy bien realizado, así que te atrapa aunque el tema te dé igual. Ortín sabe narrar con imágenes y por eso ha dao igual queste sea su primer guión de cómic. La historia son distintas historias entrelazadas que tienen en común darse en la Guinea Ecuatorial de los 40 de modo que Diez mil elefantes da una visión bastante completa de lo que fue aquello. Ortín hace un buen trabajo tanto seleccionándolas como tejiéndolas y es por esto que la narración nunca decae pese a que evidentemente no todas interesan por igual al lector de turno. Me ha encantado especialmente lo bien que ha capturado la mentalidad de una cultura primitiva. Además eso le da a este cómic verosimilitud y nos da la oportunidad descuchar la voz dellos. Así la historia tiene esa cualidad fantástica que para nosotros tiene esa cosmovisión. Las historias son ordinarias en el sentido de que no son espectaculares, enrevesadas o sorprendentes, así que ganan con el realismo mágico con el que viven esos pueblos. Una mezcla de asombro y sencillez. Ellos ven nuestra tecnología de una forma más utilitarista que nosotros, a ese nivel se es práctico o se muere, pero ello no les impide verla como algo maravilloso pues no pueden explicarse como funciona o verle la utilidad o el valor que nosotros le damos. Esto de lo maravilloso es precisamente lo que les salva de sentirse inferiores y por eso la hostilidad surge cuando se dan cuenta de que han sido timados. Cuando lo mágico es sustituido por el realismo. Así pues la historia de Diez mil elefantes nos cuenta cómo era la Guinea Ecuatorial de los 40 sin prejuicios y agenda. No hay juicios ni intereses espurios porque su hilo principal es el testimonio desde el final de una vida muy longeva de alguien que vivió en los 2 mundos, allí y aquí, que tenía una idea sobre esa colonización adulta y constructiva. Al final entre todos creamos un nuevo mundo, eso es la vida, y porque evidentemente provocó mucho sufrimiento, nuestro deber es procurar sacar lo mejor dello. Como no hay marcha atrás y la cultura occidental no es del todo mala, hay que superar el trauma e intentar que el nuevo mundo salga lo mejor posible; la gente va a tener que vivirlo.
El dibujante parece alguien misteriosísimo pues la editorial no da información sobre él pero en verdad tiene página en la Wikipedia. No es su primer contacto con el cómic pero es más ilustrador. Su tarea en Diez mil elefantes la enfoca artísticamente pero eso no impide que haga una narración moderna eficiente. Es decir maneja la forma de las viñetas con menos respeto que los franceses pero aprovecha muy bien el gran tamaño del formato francés. Así pues en vez de abordar la viñeta y la página como una pequeña parte de un todo o como la cuenta de un collar, trata de darle a cada cosa un valor único con una relación con el color peculiar para nosotros que no sé si es guineana o personal (no somos blancos, somos rosas). El resultado son unos dibujos que se conjugan perfectamente con el guión para contar la historia pero que en ningún momento intentan ser documentalistas o naturalistas. Plasman muy bien el realismo mágico que es la realidad donde vivió el narrador original de todas estas historias.
La edición es muy chula. De gran calidad. Destaca en eso sin caer en el fetichismo en el que siempre senloda el frikismo. Incluye también separando los capítulos collages surrealistas bastante chulos y textos (que no leí pese a que no son largos así que ni idea si son testimonios o fantasías). Es una buena edición sobre todo porque dotra forma el trabajo de Ortín y Nzé Esono Bale perdería sentido. Otra cosa es que, como la calidad se paga, esto hará queste cómic sea más conocido por las bibliotecas que por el mercado. El tema no interesa a nadie, el estilo de dibujo no apela a ninguno de los subgrupos que compran cómic en España y el precio no es popular (es cierto que en realidad eso ya es una excepción en el cómic español). Muchos handicaps para una obra que pretende divulgar que en el pasado colonial español en África sólo hay moros.
En fin, una grata lectura que además sirve de puente para conocer al otro y a otras formas destar en el mundo de modo que mata prejuicios. Creo que es interesante compararlo con Rampokan, un cómic recientemente editado en España que habla de los últimos años de Indonesia como colonia holandesa. No he podido ni llegar a su mitad porque es tan convencional que aburre y no aporta nada (por otro lado lo normal en el catálogo de Norma). No funciona porquesto ya no se puede contar mediante historias de aventuras tópicas protagonizadas por hombres blancos (y rubios). Diez mil elefantes es más original y enriquecedor. Su moraleja es una verdad como un templo: lo del otro siempre nos parece maravilloso. Ellos veían en nuestros barcos y aviones fantasía hecha realidad y nosotros nos tomábamos sus fantasías como realidades. Qué se lo digan a Lope de Aguirre. Al final el creernos que los primitivos son más tontos que nosotros y que no tienen imaginación, un prejuicio aún hoy mayoritario, es lo que más les ha hecho sufrir. En fin, un relato sobre la colonización tan particular como general que deja claro que ha llegado el momento de mirar atrás porque ya ha pasado el tiempo necesario para ser ecuánimes con aquellos hechos.
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