Lo peor con diferencia de la edición en tomos de Panini de las coles Marvel es que es aperiódica. Así, hemos tenido que esperar más de medio año para leer el final, esperemos que no para siempre, de la versión "clásica" de Thunderbolts pero sólo un mes para Vengadores Oscuros.
Este tomo es el intento absurdo de Marvel por mantener a flote la cole del supergrupo de villanos sometido a un peculiar programa de reforma. Lo califico así 1º porque les quitó el nombre, la única explicación que hallo es que de aquesta manera la editorial pensaba atraer a nuevos compradores a los que sumar a los insuficientes seguidores del grupo, y 2º porque incorporó personajes prácticamente desconocidos (yo sólo he leído cómics de uno dellos, Ragnarok) y malas copias contrarios al Leitmotiv de la cole. Lo que necesitaba Thunderbolts no era desnaturalizarse más sino un cambio de autores. Es cierto que en este tomo se incorpora un nuevo dibujante, pero es malo y el problema sobre todo estaba en los guiones. Lógico que la cosa haya durado poco, 7 nº más.
J. Parker es un guionista mediocre. Es cierto que es británico (en este tomo crea una versión Marvel del universo del Juez Dredd), diferente y tiene buenas ideas, pero su limitado talento impide que eso signifique algo. Es un narrador lento y difuso y no profundiza en los personajes así que leerle es poco estimulante. No hace nada mal pero el resultado es anodino. Sin embargo, estamos en el mejor momento de los Thunderbolts en la Era Quesada, aunque el hecho de que estén viajando por el Tiempo denota que en Marvel no se sabe muy bien qué hacer con este supergrupo. En mi opinión Parker ha traslado a sus guiones las imposiciones editoriales, es evidente que no son suyas las ideas de cambiar el título de la serie y la de meter a los Vengadores Oscuros (sólo hay que ver la portada). Supongo que meter a Pym de secundario y la aparición del dr. Doom (en este tomo se relata el regreso de este gran villano al Universo Marvel tras los acontecido en los 4F de Hickman) obedecen a lo mismo. La típica facción gubernamental tiránica y taimada sólo puede aludir a los editores que obligan a que pase esto o lo otro o a que aparezca este personaje y desaparezca este otro (como traer de vuelta a Ragnarok obviando que Thor considera a su clon una blasfemia y por lo tanto lo destruiría ipso facto). Así, en los últimos tomos tenemos a los Thunderbolts, más que desfaciendo entuertos, enfrentándose a la tiranía gubernamental. Creo que es significativo su final. Parker libera a las penúltimas incorporaciones, ya que la cole tiene over booking, mandándolas a sus paraísos personales, un lugar donde él y los Thunderbolts clásicos no pueden ir al estar sometidos a la editorial. No puede entregar unos personajes malos pero honrados a unos tiranos. Este aspecto autobiográfico es positivo ya que es lo que ha permitido a Parker hacer los cambios impuestos con naturalidad. Gracias a este introduce en la serie a los Vengadores Oscuros sin romper con la historia que estaba contando en Thunderbolts que aún no había finalizado y llevando todo a un nuevo puerto, que parece que será el convertir a la cole en los nuevos Exiliados, un supergrupo que viaja por diferentes ucronías Marvel. Interesante pero tan diferente a la idea original que demuestra lo que ha cambiado el concepto Thunderbolts desde que dejó de gustar a los editores. En la Marvel del XXI ni se puede acudir a la continuidad ni ser clásico y/o ambiguo.
En este tomo perdemos a los dibujantes regulares de la serie. Apena la marcha de K. Walker porque se va cuando estaba dando lo mejor de sí mismo, ofreciendo un trabajo más acorde con el mainstream e integrándose en la cole. La salida de D. Shalvey con su dibujo sencillo y funcional no tanto. Tenía que haber trabajado más. Nos viene N. Edwards un dibujante malo que hace que añoremos mucho a los anteriores dibujantes aunque eran mediocres. Este no sólo es un torpe sino que tiene un estilo realista de los más vulgar. Así pues su incorporación significa un cambio radical respecto al aspecto gráfico pues los dibujantes anteriores eran, cada uno a su modo, caricaturescos. También cambia para mal el coloreado. Pasamos del colorido buen hacer de F. Martin Jr. al gris y funcional color de Sotomayor. No sorprende que la serie no haya durado mucho. En el actual contexto convulso del mercado yanqui de comics esta decisión editorial ha sentenciado esta serie. Se puede sobrevivir al cambio de nombre y a las incorporaciones desatinadas pero no a un dibujo gris y anticuado. Para completar está un tal G. Hernandez Walta, un tío que dibuja como un crío de 15 años pero que es buen narrador y se preocupa por dar expresividad a los rostros
Así pues, en este tomo Parker continúa la historia que estaba contando en Thunderbolts y la reconduce de forma natural así que sólo nos enteramos del cambio por la incorporación de los nuevos personajes. Ni la historia ni el tono ni la calidad han variado con el cambio de nombre y las incorporaciones. Bueno sí, el aspecto gráfico es mucho peor. Voy a echar de menos a Centerius, porque a este villano, que no era más que un extra con frase, Parker lo ha dotado de empaque y potencial, podía haber sido el nuevo barón Zemo de los Thunderbolts. El resto de los que han escapado de los designios editoriales no me importa perderlos de vista aunque nunca los hubiera quitado para poner a estos Vengadores Oscuros. Fantasma y Juggernaut han sido infrautilizados (respecto al último lo extraño es que no hubiera sido así ya que es un personaje muy complicado porque es individualista y apenas cabe en una viñeta) Satana y el Hombre-Cosa eran caprichos de Parker que nunca encajaron y Hyde y Boomerang, aunque simpáticos, no aportaban nada al conjunto.
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