Este cómic es un presente de Navidad. De vez en cuando alguno de mis allegados le pone huevos y me regala uno. El regalo no me hizo gracia pero, como soy de los que no tienen huevos para devolver los presentes que no le molan, me lo he leído.
Y me ha gustado bastante aunque posiblemente hayan ayudado las pésimas expectativas. No es una obra redonda, es decir, la primera parte es mucho mejor que la segunda, pero es una lectura fresca, divertida, sorprendente y gamberra. Sus autores son por una parte Millar y Land (a pesar de lo que diga la imagen en algún momento sus nombres se cayeron de la portada) y por el otro Kirkman y Phillips. Los primeros son los que iniciaron el cotarro y los segundos los encargados de explotar comercialmente la afortunada parida.
Lo que aportan Millar y Land a este tomo es una historia en 3 partes protagonizada por los 4F ultimates. Un relato sencillo y convencional pero sobresaliente al ser tremendamente subversivo y transgresor y estar bastante bien hecho. Todo el mérito es de Millar, pues es su guión el que da emoción e interés a una idea muy trillada, fenómeno zombi a lo Romero. Lo que más destaca de este es un gamberrismo que convierte la crítica, no a la sociedad, como es la norma en el transgénero zombi, sino al género superheroico, en pulla. Así, Millar se mete con la ingenuidad, el corporativismo, el descontrol, el poder y la temeridad de los superhéroes, poniendo de relieve que su mayor virtud es también su mayor peligro y que en el fondo no son humanos, y con el maniqueísmo del género revelando lo fácil que el Bien se convierte en Mal. Por eso los zombis son los propios superhéroes que, debido a esta condición, pasan de ser defensores de toda la Tierra (últimamente sólo de EE.UU.) a ser sus destructores. Para que la crítica sea más ácida estos zombis siguen conservando su personalidad. Lo que han perdido, además de la vida, es su capacidad de dominarse. Así, son genocidas conscientes, por lo cual no son zombis canónicos. Por tanto, lo que esta historia es en realidad es una parábola o una fábula que invierte nuestra realidad para criticarla. Esto es lo que le da sabor a una historia demasiado holgada pero muy bien estructurada y trepidante donde Millar demuestra que es el mejor guionista actual no genial en activo. Lástima que sea demasiado soberbio y posmoderno como para escribir superhéroes sin burlarse de ellos o pervertirlos. Desgraciadamente los dibujos son del patán de Land. Un tipo cuyo estilo de fotonovela convierte sus cómics en algo que oscila entre lo rídiculo y lo cómico por el hieratismo y las posturitas. Así, aunque compone con elegancia y narra bien, sus dibujos o no llegan o se pasan. Una pesada rémora a la que hay que añadir que pasa bastante de los fondos y que no se atreve mucho a salir del primer plano. Por tanto, sus páginas son desangeladas, monótonas y risibles. Pero esto no es aquí la desventaja de siempre porque esas características son adecuadas para plasmar una historia sencilla, gamberra y directa. También ocurre que el guión de Millar, en el fondo, es paródico y el estilo de Land es ideal para las parodias. En fin, un cómic funcional pero bastante bien ejecutado y afortunado. El resto del tomo, un one shot y una miniserie de 5, corren de la cuenta de Kirkman y Phillips. El one shot esta a la altura de la historia de Millar posiblemente porque es un flashback. Es decir, Kirkman tenía la historia bastante escrita antes de ponerse con ello. Así, es una cómic destroyer muy dinámico y, lo importante, muy disfrutable. En cambio, la miniserie es mediocre porque Kirkman, al limitarse a hacer una explotation, no aporta nada, su guión es demasiado simple para tanta extensión, interrumpe constantemente la acción con páginas en que los pjs hablan ¡sentados! y su estilo explicativo no tiene frescura. Así, no importa que continue el gamberrismo destructor de Millar y tenga buenas ideas (por ejemplo lo de Pym y T´Challa o lo de Galactus), la miniserie no llega muy lejos porque, tras un estupendo comienzo, rápidamente pierde fuelle. Phillips tampoco se libra de la quema pues aquí no lo hace también como sabe. Desgraciadamente esta lejos de sus mejores trabajos. Ánimo funcionarial es lo que me dicen sus páginas. Así, la miniserie es tan sólo correcta a pesar de ser gamberra, subversiva y transgresora y haber contado con mucha libertad. Aunque, quizás, lo que pasa es que los precedentes proyectan una sombra muy larga y oscura.
Lo que aportan Millar y Land a este tomo es una historia en 3 partes protagonizada por los 4F ultimates. Un relato sencillo y convencional pero sobresaliente al ser tremendamente subversivo y transgresor y estar bastante bien hecho. Todo el mérito es de Millar, pues es su guión el que da emoción e interés a una idea muy trillada, fenómeno zombi a lo Romero. Lo que más destaca de este es un gamberrismo que convierte la crítica, no a la sociedad, como es la norma en el transgénero zombi, sino al género superheroico, en pulla. Así, Millar se mete con la ingenuidad, el corporativismo, el descontrol, el poder y la temeridad de los superhéroes, poniendo de relieve que su mayor virtud es también su mayor peligro y que en el fondo no son humanos, y con el maniqueísmo del género revelando lo fácil que el Bien se convierte en Mal. Por eso los zombis son los propios superhéroes que, debido a esta condición, pasan de ser defensores de toda la Tierra (últimamente sólo de EE.UU.) a ser sus destructores. Para que la crítica sea más ácida estos zombis siguen conservando su personalidad. Lo que han perdido, además de la vida, es su capacidad de dominarse. Así, son genocidas conscientes, por lo cual no son zombis canónicos. Por tanto, lo que esta historia es en realidad es una parábola o una fábula que invierte nuestra realidad para criticarla. Esto es lo que le da sabor a una historia demasiado holgada pero muy bien estructurada y trepidante donde Millar demuestra que es el mejor guionista actual no genial en activo. Lástima que sea demasiado soberbio y posmoderno como para escribir superhéroes sin burlarse de ellos o pervertirlos. Desgraciadamente los dibujos son del patán de Land. Un tipo cuyo estilo de fotonovela convierte sus cómics en algo que oscila entre lo rídiculo y lo cómico por el hieratismo y las posturitas. Así, aunque compone con elegancia y narra bien, sus dibujos o no llegan o se pasan. Una pesada rémora a la que hay que añadir que pasa bastante de los fondos y que no se atreve mucho a salir del primer plano. Por tanto, sus páginas son desangeladas, monótonas y risibles. Pero esto no es aquí la desventaja de siempre porque esas características son adecuadas para plasmar una historia sencilla, gamberra y directa. También ocurre que el guión de Millar, en el fondo, es paródico y el estilo de Land es ideal para las parodias. En fin, un cómic funcional pero bastante bien ejecutado y afortunado. El resto del tomo, un one shot y una miniserie de 5, corren de la cuenta de Kirkman y Phillips. El one shot esta a la altura de la historia de Millar posiblemente porque es un flashback. Es decir, Kirkman tenía la historia bastante escrita antes de ponerse con ello. Así, es una cómic destroyer muy dinámico y, lo importante, muy disfrutable. En cambio, la miniserie es mediocre porque Kirkman, al limitarse a hacer una explotation, no aporta nada, su guión es demasiado simple para tanta extensión, interrumpe constantemente la acción con páginas en que los pjs hablan ¡sentados! y su estilo explicativo no tiene frescura. Así, no importa que continue el gamberrismo destructor de Millar y tenga buenas ideas (por ejemplo lo de Pym y T´Challa o lo de Galactus), la miniserie no llega muy lejos porque, tras un estupendo comienzo, rápidamente pierde fuelle. Phillips tampoco se libra de la quema pues aquí no lo hace también como sabe. Desgraciadamente esta lejos de sus mejores trabajos. Ánimo funcionarial es lo que me dicen sus páginas. Así, la miniserie es tan sólo correcta a pesar de ser gamberra, subversiva y transgresora y haber contado con mucha libertad. Aunque, quizás, lo que pasa es que los precedentes proyectan una sombra muy larga y oscura.
Para mi desgracia es un Marvel Deluxe. Tengo que reconocer que es una buena edición y que el precio, aunque elevado para pagarse de una vez, es bastante ajustado, pero sigo encontrando un sinsentido el emplear seda para vestir a una mona. Además, las tapas duras y el papel grueso lo único que hacen es ocupar espacio. En fin, empiezo a pensar que lo que me subleva de este tema no es que sea un poco Catón sino que he acabado cogiendo tirria al lujo porque muchas veces, además de ser la única opción, se nos presenta como si fuese no sólo lo mejor sino lo que todos pedimos.
Concluyendo... "Marvel zombies: hambre insaciable" es una grata y divertida lectura que tiene el valor de, a pesar de su comercialidad, ser más que el opio de turno al ser subversiva y transgresora y la gracia de tener un puntillo de serie B pues, como en esas pelis, hay algunas cosas inexplicadas (cómo se puede aturdir a unos zombis? Por qué se integra a la Avispa?) porque el objetivo es impactar e impresionar. Esto le pesa a Kirkman ya que, a diferencia de Millar, da al, en este caso, lector tiempo a pensar pues, como ya he dicho, para la acción con frecuencia. Desgraciadamente el tomo tiene el problema de que la distancia entre el más del inicio y el menos del final es demasiado grande como para estar contenida en un sólo tomo.
Comentarios
¿!Este lo tuve yo en tapa blanda!? Ya no me acuerdo, el caso es que lo disfrute gracias a la broma de la cabeza. En la serie Doom 2099 T´Challa sufrió un renacimiento zombi-robótico.
Ismamelón