A pesar de las promesas de Panini lo cierto es que Thunderbolts sigue a 1 año de distancia de la edición estadounidense. Así, ya sabemos que se acaban. Estaban heridos de muerte y la reconversión, que los ha vinculado más a Los Vengadores, no les ha salvado.
Este fracaso de Marvel se debe a haber mantenido el equipo autoral. Lo que necesitaba la serie desde hace años era un guionista nuevo y dibujantes atractivos. J. Parker les cae simpático a los editores de Marvel pero lo importante es que le caiga bien al público y no ha sido así nunca. Su problema es que es un guionista normalito que va por libre, así ni atrae a lectores ni aquellos que, incitados por la editorial, buscan sólo coles relevantes para seguir el devenir del Universo Marvel. Así, la serie ha caído víctima de la grisura del guionista, no anulada por los dibujantes regulares K. Walker y D. Shylvey, y de la marginalidad pactada por la editorial y aquel.
Soy seguidor de los Thunderbolts desde siempre y por ello me apena su situación pero me alegro también porque se pone fin a su penar por los páramos de la mediocridad. Parker es soso de modo que no consigue nada ni aunque en su última reconversión del grupo ha creado la alineación más atractiva desde la época Ellis. Así pues, aunque en la primera mitad del tomo firma su mejor historia para Thunderbolts, el veredicto final es el suspenso de siempre a pesar de la reciente mejoría, porque la otra mitad es aburrida. Parker animó la cole en el anterior tomo repitiendo esquemas del primer volumen, dividiendo al grupo y enviando una parte a un lugar lejano, otrora fue a otro universo y hoy es al pasado. Así, la estupenda aventura inicial lleva a los Thunderbolts rebeldes a los Alpes austriacos en plena Segunda Guerra Mundial donde se encuentran con el Capitán América, Namor, la Antorcha original y el barón Zemo. Es una historia simple pero entretenida e interesante que augura un bravo nuevo futuro. Pero no. La siguiente aventura, una reinterpretación de Jack el Destripador, carece de gracia e interés. El tomo termina con un número vulgar, con el remate de un pésimo dibujo, que se dedica a reflexionar sobre el leit motiv del segundo volumen de la cole. Está bien pero Parker se tenía que haber parado a pensar sobre la cole antes de escribir su primer guión. El guionista pone en boca de sus personajes, los Thunderbolts buenos, la absurdidad de la premisa de la nueva encarnación posAsedio. Cómo van a redimirse unos supervillanos si son utilizados como herramientas para misiones secretas cuestionables? Para redimirse es necesario ser humano y hacer algo positivo y tener libertad y la confianza de los otros, nada de eso tienen los Thunderbolts. Son usados y dominados por un gobierno estadounidense que, como el de Bush jr., trampea para hacer lo que no puede hacer (todo el tema de Guantánamo y las torturas y la guerra sucia). Qué esperanza de redención tienen quienes los que son enviados a misiones peligrosas, los que son obligados a seguir siendo villanos, los que obtienen información sensible, los que nunca obtienen la confianza de los demás? Así pues la conclusión no puede ser más que el gobierno del EE.UU. marvelita no quiere dejar a los Thunderbotls libres, los quiere bien atados y cada vez más atrapados. Lo cual huele a metacómic. Parker hace a ese gobierno el responsable tanto de las alineaciones como del estilo de las misiones, lo que quiere decir que a él las cosas se las imponen los editores. Le imponen los personajes y el scope de las blackops. Así pues, este número preludia algo interesante ya que sugiere que Parker va a tratar de salvar a los Thunderbolts. Quizás por eso en este tomo apela aún más que el anterior a los momentos de gloria del pasado de la cole y del supergrupo.
Otra cosa que impone la editorial son los dibujantes. K. Walker es un aburrido narrador con un estilo tosco adornado con torpeza y pobreza. Da ganas, más que de detenerse, de pasar rápido la página. D. Shylvey es más agradable y dinámico pero, como el dibujante anterior, sigue siendo árido. Por último, en este tomo, tenemos a M. Southwoth, que es un dibujante bastante malo al que le viene grande el encargo. Por tanto, ninguno soluciona la sosería de Parker y todos incrementan la mediocridad del título.
Así pues, en este tomo de los Thunderbolts el Moisés de este supergrupo sigue siendo incapaz de poner fin a la travesía por el desierto del susodicho. Guiones sosos y dibujos pobres y toscos cuando no feos convierten a esta etapa en sólo apta para adictos. Cuidado que es una droga dura mal cortada.
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