Terminé la enésima lectura de este estupendo cómic con una sensación nueva, la de que me estaba perdiendo algo. Antes, para mi, este cómic era una versión del mito del Rey Mono en clave moderna, occidental y ecléctica. Pero en esta última lectura he vislumbrado un fondo contracultural sesentayochista y algún tipo de moraleja, así que inmediatamente me he puesto con internet, a ver si conseguía que lo que había entrevisto ganase en nitidez, y he descubierto que este cómic es una especie de burla o sátira de Mao. De modo que he disfrutado sin enterarme, lo que me ha desarmado totalmente y así, el post que tenía en mi mente ha sido abortado.
Este cómic es de 1976 y por lo visto sale de los círculos de jóvenes intelectocomunistas italianos de aquella época. Unos jóvenes, me imagino, desencantados y desorientados porque el aura romántica y utópica del comunismo había sido asesinada por el soso, tontorrón y funcionarial Brézhnev y el megalómano Mao. Gracias a ellos, el comunismo no iba a prosperar en Occidente porque nadie allí iba a pasar por el aro después de vislumbrar lo que era el comunismo. Así que, por lo visto, tocaba bajar los humos de aquellos grandes genios, parodiarlos y reírse de ellos. Vamos, eso me parece a mi, porque, desde luego, este subtexto del cómic me es bastante ignoto, por lo que lo que creo ver en él es probable que sea erróneo. Y es que lo único malo que tiene "El Rey Mono" es que hoy es un cómic ininteligible si no se le contextualiza. Es plenamente disfrutable, pero desde luego las intenciones de su creadores ya no llegan al público joven. Seguramente un fallo suyo, pero nimio pues crearon un cómic que, a pesar de haber perdido parte de su carga, sigue siendo una notable lectura, pues ha pasado de ser un cómic político que no dejaba ver el bosque a ser un cómic sin pretensiones, entretenido, gamberro y divertido. Si uno no se percata de esto de Mao y tal, "El Rey Mono" simplemente es una versión más de ese mito chino, aunque no estoy seguro de si se le puede llamar mito. Del mismo modo que el comienzo de "Bola de dragón" es una versión imaginativa, pero fiel, de este mito, lo es este cómic.
Me ha sorprendido que las aventuras del Rey Mono (una cosa que me gustaría saber, porque afecta mucho a le lectura, es si los antiguos chinos creían que ellos y los monos estaban relacionados) sean tan universales, pues los chinos, los extremorientales en general, siempre han sido gente cerrada y ombliguista, pero demuestra, al igual que el comucapitalismo chino, que todos somos permeables.
El Rey Mono es un simio de piedra que amenaza el Cielo, es decir, a los dioses igual que el hurrita Ullikummi y sus versiones griegas Tifón y los gigantes (estos últimos eran las personificaciones de las montañas, del mismo modo que Ullikummi era hijo de una montaña). Pero antes de esto, descubre la mortalidad ("si eso es lo que te sucede, quiere decir que la religión llegó a tu corazón. Tu quieres ser inmortal!") por lo que inicia un viaje (sus aventuras) para hacerse con la inmortalidad, como el 1º héroe conocido: Gilgamesh (también rey, que indica el aspecto sacral y sobresaliente del cargo en el sentido de que son los únicos que parecen tener un problema con la mortalidad, sin duda, por su ambigüedad, pues ni son dioses ni simples humanos, lo que evoca aquella primigenia otra vida a la que sólo podían acceder unos pocos privilegiados como sugiere la historia de Egipto). Como aquel, fue en busca de un sabio del que aprender el secreto de la inmortalidad, pero como estamos en Oriente, la cosa no se consigue tomando algo sino convirtiéndose en sabio. Este proceso le humaniza (lo cual recuerda a Enkidu el amigo de Gilgamesh, que también era peludo y representaba a la Naturaleza Salvaje, cuya muerte, al igual que el amigo del Rey Mono -en el mito, no en el cómic- suscitó en su amigo el deseo de la inmortalidad) y le dota de poderes mágicos, entre los cuales destaca el polimorfismo, lo que recuerda a Proteo, a los mitos celtas y a los chamanes, de modo que logra la inmortalidad. Tras esto regresa a su reino pero como le sabe a poco, se hace con un arsenal mágico de destrucción masiva y acaba yendo al Reino de los Muertos a tachar su nombre y el de los suyos de sus libros. Un descenso con vuelta a los infiernos que recuerda a miríada de héroes desde los paganos Hércules y Orfeo hasta el cristianísimo Jesús. Naturalmente esto suscitó el mosqueo del dios supremo (es que la capacidad de mosquearse de estos seres es mucha), ya que el Rey Mono estaba subvirtiendo el orden, era demasiado poderoso y estaba interfiriendo en lo divino. Por eso, el Emperador de Jade, más astuto que sus contrapartidas occidentales, decide integrarlo en la jerarquía divina con un cargo. El plan acaba fallando porque la soberbia del Rey Mono acaba chocando con el hecho de que su cargo es meramente simbólico, así que vuelta a empezar. Lo que lleva al emperador a optar por la solución definitiva, así que envía a los generales del Cielo contra el Rey Mono. Estos son derrotados en un combate de polimorfismo, que recuerda lejanamente a la lucha entre Cerridwen y Gwion (la capacidad de transformarse en el universo intelectual celta se relaciona con la sabiduría y la inmortalidad) o los combates de ingenio en forma de poesías y adivinanzas de celtas y germanos, de forma que recibe un cargo con sustancia que, cual político español, aprovecha en su provecho, simbolizado en el cómic por la desaparición de su paredros femenino o conciencia. De modo que, entre otras cosas, come los Duraznos de la Inmortalidad (las manzanas de las Hespérides, las manzanas doradas germánicas o las manzanas del Edén) y un elixir (que recuerda al relato de Gwion) destinados, evidentemente, a los dioses y no a él. Gracias a estos abusos vuelve a suscitar la cólera del Cielo y esta vez ha de enfrentarse a Erh Lang, el pj más genial del cómic (un hombre obeso con pezuñas de cerdo, una máscara antigás, un caso de la Wehrmatch y un tanga negro). El cual le vence en otro combate de ingenio -lo mejor del cómic- lo que lleva a su ejecución. Pero esta no se hace efectiva porque el Rey Mono es ya indestructible. Ante esto, los dioses chinos invocan a Buda, quien vini vi vinci al Mono en el clásico affair de la palma de la mano, siendo este último sepultado bajo una montaña (un poco como Prometeo o Loki).
Hay quien dice que es fácil ver una biografía no autorizada y demoledora (en el cómic el Rey Mono, es un mono, un incordio follador y jodedor) de Mao. No tengo ni idea si eso es así (aunque el Rey Mono lleva el sombrero del ejército comunista chino y su rostro, más que simiesco, es sinoide), pero desde luego el cómic cuenta el viaje de un egoísta megalómano hacía la presidencia de los dioses (los poderosos deben dar preferencia a los más fuertes) que acaba muerto, como Beleforonte, como Ícaro, como todos los humanos que desafían a los dioses, y enterrado por una montaña que representa todos los sueños rotos por el fracaso del 68 (eso creo). Lo que no estoy seguro es el papel que juega EE.UU. en esto. Evidentemente en el cómic son veladamente, aunque machaconamente, ridiculizados (aparecen unos mandriles cuyos culos son la bandera estadounidense que acaban follados, quizás sodomizados, lógicamente, por el Rey Mono), pero no sé si, además de criticar (demagógicamente) al capitalismo, se critica el acercamiento chino a EE.UU. ocurrido en aquella década. En fin, todo eso subtexto político, la verdad, es que da igual, porque la historia satisface perfectamente, y seguramente ha ganado por la especie de proceso de laización a la inversa que el Tiempo ha operado en él, gracias a la labor de Manara que aquí se muestra como un dibujante genial y soberbio. Lo cual hace pensar que desde hace años dibuja con un solo hemisferio cerebral, porque la tremenda imaginación y la ambición formal de "El Rey Mono" contrasta con su limitado y encasillado trabajo habitual. Manara no me parece ningún genio, pero desde luego el recuerdo (y legado) que va a dejar esta por debajo de su capacidad real, un poco como Ennis.
Como iba diciendo, el cómic es una versión libre del mito del Rey Mono, lo cual de por sí está bien porque los mitos siempre son entretenidos y atemporales, pero es por Manara por lo que este sobresale y se convierte en una obra singular dentro, tanto del cómic europeo como de la obra de este dibujante. Lo 1º que hay que decir es que ni es porno ni erótico aunque, naturalmente, hay muchas mujeres (orientales) desnudas y alguna escena de folleteo (y bestialismo) en sus páginas. Pero el argumento no está al servicio de eso, Pisu y Manara quieren contar su parábola y ya está, sólo que Manara es quien es. La clave del cómic son sus dibujos, pues son los que lo hacen divertido, gamberro y original, en definitiva, que merezca la pena leerlo. El dibujo enriquece la simple y lineal historia de forma que singulariza esta versión y la hace atractiva porque es soberbio (bastante dependiente de la fotografía), muy trabajado y variado, tiene un entintamiento sencillo pero perfecto y despliega una imaginería brutal, el sátiro italiano hace que la lectura del cómic sea explosiva y salvaje. Manara lo mezcla todo, desde el Barroco hasta la imgeniería más pop y comercial de aquellos años, de forma que el cómic es una bizarra mezcla de estilos y culturas que forman un todo armonioso gracias al estilo realista, lo que da más fuerza y contundencia a la fantasía del cómic, del autor. Por tanto el dibujo hace espectacular, atractivo, innagotable y sobre todo, y más importante, clásico a "El Rey Mono". Pero no sólo es la tremenda imaginación y eclecticismo, que preludia el posmodernismo, exhibido por Manara y su pericia técnica, también la experimentación formal (quizás no muy afortunada) con las viñetas y las páginas, que es lo que hace que el cómic este más cerca del estilo estadounidense que del europeo. En definitiva, el trabajo en b&n de Manara es buenísimo, de modo que lleva más lejos al guión de lo que este podía haber llegado solo, pues es su bizarría barroca y su modernidad la que creó viñetas soberbias y un cómic inolvidable y visualmente riquísimo.
De este modo, "El Rey Mono" es más que un cómic que versiona un mito pues Manara hace que trascienda sus propias limitaciones convirtiéndolo en un cómic socarrón (por no decir cachondo pues, Manara simplifica el significado de esta palabra), hermoso y bizarro, en una entretenida lectura que destaca por un dibujo perfecto y una imaginería rica, singular y estimulante.
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